Esta tarde estaba viendo las noticias mientras esperaba a que algún alma entrara a comprar a la tienda de mi madre, cuando anunciaron que la película "Lalaland: Ciudad de sueños" estaba nominada en catorce categorías de los premios Óscar. Antes de escribir un poco más haré un spoiler de este texto: Amé la película y se merece todos los premios que pueda ganar.
Conocí a Damien Chazelle hace solo un par de meses, cuando por fin, después de mucha insistencia por parte de mi hermano, me vi Whiplash. Mi interés por el cine es bastante reciente, así que no conozco demasiado del medio más allá de las cosas puramente comerciales y las animaciones, pero puedo decir sin miedo que esta película es una obra excepcional.
El título de Whiplash es bastante claro y entrega justo eso que ofrece. Esta película va netamente sobre la música y la obsesión. El protagonista es un baterista que estudia en un conservatorio, a este chico le gusta el jazz y desea hacer parte del grupo principal de la academia; cuando lo logra cree que todo será color de rosas de ahí en adelante, pero joder que no lo es. El profesor y director de ese grupo, el cual es interpretado magníficamente por J.K. Simmons, es un completo hijo de puta... pero un hijo de puta carismático. Es exigente a niveles inimaginables y lleva a sus músicos al borde de la locura para forzarlos a mejorar. Después de verlo ya no puedo ver a alguien tocar la batería sin pensar "Ese no es mi tempo". El protagonista debe darlo todo si quiere seguir tocando, y cuando digo todo es TODO: Su tiempo, su esfuerzo, su sudor, sus lagrimas, su sangre, su vida; todo por mantener su lugar en el grupo. La película nos guía por los altibajos de la vida de este tipo mientras intenta complacer a un maestro que fácilmente haría llorar al demonio, la batería se convierte en toda su vida y, por un momento, la pierde. El último cuarto de hora de la película carece casi completamente de diálogos, pero es probablemente el final más emocionante que he podido ver en mi vida.
Todo esto es acompañado de una maravillosa banda sonora y una excelente dirección, haciendo que esta película se convirtiera automáticamente en mi obra cinematográfica favorita de estas vacaciones (donde he visto títulos como Scarface, El padrino, Catch me if you can, toda la saga Rocky, el jodidamente genial y sorprendente Club de la pelea, entre otras) y seguramente de todos mis años de vida hasta ahora.
Ahora... después de mi grata experiencia con Whiplash, era obvio que iría al cine a ver Lalaland a la primera oportunidad que se me presentara. Fui con mi hermano y mi madre, aproximadamente una semana después de su estreno en mi país. Otra vez me encontré con una hermosa banda sonora, dirección ejemplar, un muy interesante guión y maravilloso trabajo de fotografía, haciendo que este director y guionista se gane cada vez más su puesto en mi pedestal de grandes ejemplos a seguir.
Una vez más, esta película entrega justo lo que ofrece. Si, es una historia de amor: trata sobre la relación (otra vez) entre Emma Stone y Ryan Gosling, quienes por cierto tienen excelente química en la pantalla y me parecen muy buenos actores; pero lo verdaderamente importante de este filme son los sueños. Lo importante que es soñar, cuanto debes luchar por ellos, los sacrificios que debes hacer para alcanzar tus metas, lo dura que es la vida para los soñadores, lo satisfactorio que es lograr lo que quieres... y lo cruda que es la realidad, porque no siempre los sueños se hacen realidad, o al menos no como lo esperabas.
Lalaland es bellísima en muchos sentidos, amé su música y su dirección, aun sigo escuchando sus canciones y tarareandolas todo el día; me emocioné con su historia y no pude despegar mis ojos ni un segundo de la pantalla, me hizo lo mismo que Whiplash... entregarme unos quince minutos finales sin diálogos, porque no necesitaban palabras para expresar todas esas emociones encontradas, porque no hacía falta ensuciar tal belleza y magnificencia con palabras... porque esa secuencia de imágenes es más dulce y dolorosa que cualquier cosa que pudieran decir. Ese último pedazo de película me causó cierto placer masoquista, porque me encantó, pero a la vez sentí que clavaban un puñal en mi pecho y lo giraban una y otra vez; es hermoso, frustrante, realista, crudo, fantasioso... perfecto.
En resumen, adoré estas dos películas y definitivamente estaré al pendiente de todo lo que este tipo pueda seguir ofreciéndole a la industria del cine de ahora en adelante. ¿Cuál me gustó más? Es duro, muy duro... pero me quedo con Whiplash.
Bueno, esto es todo por ahora. Desahogar mis pensamientos por este medio resulta más relajante de lo que esperaba, creo que lo haré más a menudo. Si alguien en algún momento lee esto y no ha visto estas películas, espero que lo haga.
Adiós~
Conocí a Damien Chazelle hace solo un par de meses, cuando por fin, después de mucha insistencia por parte de mi hermano, me vi Whiplash. Mi interés por el cine es bastante reciente, así que no conozco demasiado del medio más allá de las cosas puramente comerciales y las animaciones, pero puedo decir sin miedo que esta película es una obra excepcional.
El título de Whiplash es bastante claro y entrega justo eso que ofrece. Esta película va netamente sobre la música y la obsesión. El protagonista es un baterista que estudia en un conservatorio, a este chico le gusta el jazz y desea hacer parte del grupo principal de la academia; cuando lo logra cree que todo será color de rosas de ahí en adelante, pero joder que no lo es. El profesor y director de ese grupo, el cual es interpretado magníficamente por J.K. Simmons, es un completo hijo de puta... pero un hijo de puta carismático. Es exigente a niveles inimaginables y lleva a sus músicos al borde de la locura para forzarlos a mejorar. Después de verlo ya no puedo ver a alguien tocar la batería sin pensar "Ese no es mi tempo". El protagonista debe darlo todo si quiere seguir tocando, y cuando digo todo es TODO: Su tiempo, su esfuerzo, su sudor, sus lagrimas, su sangre, su vida; todo por mantener su lugar en el grupo. La película nos guía por los altibajos de la vida de este tipo mientras intenta complacer a un maestro que fácilmente haría llorar al demonio, la batería se convierte en toda su vida y, por un momento, la pierde. El último cuarto de hora de la película carece casi completamente de diálogos, pero es probablemente el final más emocionante que he podido ver en mi vida.
Todo esto es acompañado de una maravillosa banda sonora y una excelente dirección, haciendo que esta película se convirtiera automáticamente en mi obra cinematográfica favorita de estas vacaciones (donde he visto títulos como Scarface, El padrino, Catch me if you can, toda la saga Rocky, el jodidamente genial y sorprendente Club de la pelea, entre otras) y seguramente de todos mis años de vida hasta ahora.
Ahora... después de mi grata experiencia con Whiplash, era obvio que iría al cine a ver Lalaland a la primera oportunidad que se me presentara. Fui con mi hermano y mi madre, aproximadamente una semana después de su estreno en mi país. Otra vez me encontré con una hermosa banda sonora, dirección ejemplar, un muy interesante guión y maravilloso trabajo de fotografía, haciendo que este director y guionista se gane cada vez más su puesto en mi pedestal de grandes ejemplos a seguir.
Una vez más, esta película entrega justo lo que ofrece. Si, es una historia de amor: trata sobre la relación (otra vez) entre Emma Stone y Ryan Gosling, quienes por cierto tienen excelente química en la pantalla y me parecen muy buenos actores; pero lo verdaderamente importante de este filme son los sueños. Lo importante que es soñar, cuanto debes luchar por ellos, los sacrificios que debes hacer para alcanzar tus metas, lo dura que es la vida para los soñadores, lo satisfactorio que es lograr lo que quieres... y lo cruda que es la realidad, porque no siempre los sueños se hacen realidad, o al menos no como lo esperabas.
Lalaland es bellísima en muchos sentidos, amé su música y su dirección, aun sigo escuchando sus canciones y tarareandolas todo el día; me emocioné con su historia y no pude despegar mis ojos ni un segundo de la pantalla, me hizo lo mismo que Whiplash... entregarme unos quince minutos finales sin diálogos, porque no necesitaban palabras para expresar todas esas emociones encontradas, porque no hacía falta ensuciar tal belleza y magnificencia con palabras... porque esa secuencia de imágenes es más dulce y dolorosa que cualquier cosa que pudieran decir. Ese último pedazo de película me causó cierto placer masoquista, porque me encantó, pero a la vez sentí que clavaban un puñal en mi pecho y lo giraban una y otra vez; es hermoso, frustrante, realista, crudo, fantasioso... perfecto.
En resumen, adoré estas dos películas y definitivamente estaré al pendiente de todo lo que este tipo pueda seguir ofreciéndole a la industria del cine de ahora en adelante. ¿Cuál me gustó más? Es duro, muy duro... pero me quedo con Whiplash.
Bueno, esto es todo por ahora. Desahogar mis pensamientos por este medio resulta más relajante de lo que esperaba, creo que lo haré más a menudo. Si alguien en algún momento lee esto y no ha visto estas películas, espero que lo haga.
Adiós~